
Llevo la mirara del perdido,
La extraña frialdad
De los túneles de la ciudad
En las tardes de verano
Y el aire viciado de esas cuevas
Construidas por las manos,
Que solo puede llamarse viento
Por conservar su cualidad de respirable.
Tengo las sandalias de gala en las zapatillas,
Y la melodía olvidada de los grillos
Que se animan siempre a empezar de nuevo
En cada segundo, de cada noche.
Sostengo en mis alturas pensamientos
De estrella, lejanos y frágiles
Como el alma de un poeta muerto
Que exhala en la última palabra con su pluma
La ultima nota en tinta seca.
04/nov/2008
18:03hs