Señor, a veces no te agradezco debidamente
este don que me has dado:
el no comprender a aquellos
a los que nunca les ha faltado nada,
a esos que no entienden el valor de un gesto,
al que prejuzga, al falso,
al que empuña la espada de las heridas porque sí,
al que enarbola con sus actos
la bandera del desangelado.
Gisela Ayram